Hace poco, frente a un canal de televisión donde se amontonan donaciones para los afectados por las bajas temperaturas, en la sierra sur del país, oí a alguien comentar: “Todas estas frazadas y ropa… van a terminar en Sicuani”, quiso decir: “…en las ferias comerciales de Sicuani”.
Tal vez no esté lejos de la realidad, si recordamos el mal uso que autoridades corruptas (y a veces hasta los mismos supuestos beneficiarios) han dado a la ayuda humanitaria que tantas veces y por tantos desafortunados sucesos, ha llegado al país (¿recuerdan la JAN?).
Es cierto que la opinión pública se conmueve ante estas tragedias, y es bueno y natural que sea así, demuestra un nivel superior de sensibilidad y solidaridad en nuestro pueblo.
El caso es que la caridad solo tiene un efecto paliativo (si es que lo tiene), y muchas veces solo demuestra el afán de quedar cada quien con la autocomplacencia de saber que hizo “alguito” por ayudar al prójimo.
Desgraciadamente los niños seguirán muriendo de frio, sino se combate la verdadera causa: la pobreza y el abandono en que se encuentran las poblaciones alto andinas, sino se termina de una vez por todas con este divorcio entre el país oficial, el de las altas tasas de crecimiento del PBI, la bonanza económica, las cifras en azul, y ese otro país tan diferente que he conocido en mis viajes: abandonado, pobre, desnutrido, analfabeto, sin atención médica, sin escuelas, sin ley.
Lima se horroriza cuando se entera por los medios de comunicación que unos indígenas selváticos degüellan a policías: ¿pero sabían acaso de su existencia? Tal vez, por cultura general, pero no por que sientan que son parte de su misma comunidad, de su mismo país, nacidos en su mismo suelo.
En la selva se utiliza la frase del encabezado: “llevar palo al monte”, para describir aquellas cosas que a veces resultan inútiles, llevar palos a donde hay en abundancia. Y con ello quiero graficar algo que me parece demuestra el total desconocimiento de ese otro país, el excluido: “llevemos frazadas a Puno para que se abriguen”. ¿Saben acaso que Puno es el primer productor de lana de camélidos, y que tienen con qué abrigarse?, y eso lo sé porque he dormido en la puna a más de 4 mil metros s.n.m.
¿Acaso no hace más frio en Canada, Suecia, ni que decir de Rusia?. ¡A claro!, la diferencia es que tienen sistemas de calefacción. Pero eso cuesta, y para eso se debe generar riqueza, o lo que en sentido contrario viene a ser lo mismo, acabar con la pobreza. En algunos casos eso lo financia el Estado, en otros la iniciativa privada.
Parafraseando a Raimondi podría decirse: “los peruanos son mendigos sentados en una banca de oro”, pero a veces eso no es tan exacto, son pobres (no digo mendigos) porque son pueblos excluidos, en donde el Estado tiene escasa o nula presencia. Marginados por el centralismo limeño, victimas del abandono y de la corrupción.
Termino esto con una denuncia que le escuche a una dirigente Ashaninka, en ocasión de la consulta social de una compañía petrolera, como requisito para la aprobación de su estudio de impacto ambiental; la traducción de lo que dijo en su lengua nativa fue más o menos la siguiente: “De que sirve que ha nuestras hijas las llevemos a las escuelas, a que estudien la primaria e inclusive si hay escuela secundaria, si no tienen oportunidades de mayores estudios, ni de trabajo, y al final terminan de acompañantes en las cantinas de los puertos”.
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