miércoles, 23 de febrero de 2011

UNA MUESTRA DE HUMILDAD

En el verano del año 2001 llegué a la ciudad boliviana Cobija.
Fue toda una aventura que empezó en Abancay a finales del 2000, cuando con Armando y Jesús, dos comerciantes libreros, decidimos emprender el viaje cuyo destino era la ciudad de Riveralta en el departamento del Beni. Sin embargo, llegado el momento de partir, Jesús decidió no participar, por lo que con Armando emprendimos viaje al Cuzco.
Siguiendo la que ahora es la carretera transoceánica hicimos la ruta desde Urcos a Marcapata, pasando por la cordillera de Ausangate de imponentes nevados. Y desde Marcapata descendimos hacia Quincemil (curioso nombre de origen pluviométrico), luego a Mazuco, la zona de explotación aurífera de Huaypetehue, en donde las grandes dragas de la minería “artesanal” habían convertido la selva en un desierto, lo mismo que en Laberinto por donde también pasamos hasta llegar a Puerto Maldonado.
Luego de una estancia más o menos prolongada en esa ciudad donde recibimos las fiestas de fin de año, reemprendimos la marcha hasta Iñapari, ciudad de las tres fronteras, y de ahí cruzamos a Asís en Brasil donde nos esperaban 40 kilómetros de una trocha de Lodo hasta llegar por fin a una carretera asfaltada.
Guardo gratísimos recuerdos de mi estadía en Cobija, capital del departamento de Pando.
Pero hay una anécdota que quiero rescatar del baúl de la memoria, antes que el odioso alemán nos gane la batalla.
Antes que nada, debo decir que nunca llegué a viajar a Riveralta… el ajedrez me retuvo en Cobija por más tiempo del imaginado.
También el ajedrez y mi condición de profesor (o profesog, como pronunciaban mis lindas amigas brasileñas), me abrieron las puertas y los corazones de algunos notables de la ciudad, que me ofrecieron su amistad.
Entre ellos el Vicealmirante (r) Sanz, quien fue ministro de Banzer, con quien departíamos largas horas de tertulia en los atardeceres cobijeños de luces multicolores. Siempre me recibía con un vaso de whisky on the rocks, que era servido atentamente por un italiano amigo suyo, con quien el Vicealmirante bromeaba llamándolo “hombre de honor” (en alusión a la mafia).
Una de esas tardes llegaron de visita unos amigos de Sanz, un señor de avanzada edad acompañado de un sobrino suyo y otros personajes más. El señor de avanzada edad era, según me comentaron, un precursor de la aviación comercial Boliviana, algo así como un Elmer Faucett boliviano.
Después de unos tragos, había que comer, y fui cortésmente invitado.
La cuestión fue que a la hora de movilizarnos y no queriendo dividir el grupo, nos embarcamos todos en una station vagon, obviamente debían haber dos sacrificados que tendrían que viajar en la maletera. El primero en ocupar el sitio de atrás fue el italiano y cuando ya me disponía a ser el segundo de abordo, el joven sobrino del aviador, me retuvo y me dijo: “no profesor, usted va adelante” e inmediatamente se sentó en la parte posterior.
El buffet estuvo exquisito, y fue el sobrino quien asumió la invitación.
Fue después que me entere, por mi amigo hispano-argentino Juan, que este joven había resultado ser uno de los más prósperos empresarios de la zona, dueño de concesiones forestales, y si la memoria no me es esquiva, uno de los dueños de la única empresa exportadora de Castaña en toda la región (incluida Madre de Dios), el que gracias a su habilidad para los negocios, había conseguido su primer millón de dólares tan solo a la edad de 25 años.
Pero el gesto de caballerosidad y humildad que tuvo aceptando viajar en situación incómoda por ceder el asiento a un foráneo desconocido, es para mi manera de ver las cosas, lo que hacía de este empresario un verdadero líder.
Conozco algunos empresarios nacionales que si su capacidad fuera tan grande como su altanería y su soberbia, sus empresas tendrían mejores resultados.
Recuerdo también lo que me comentó en aquel momento, al saber que retornaría a Lima a votar por Toledo: “No sabes el error más grande que cometen los peruanos al votar contra Fujimori… ya vendrás de acá a cinco años a contarme como esta tu país”.
Después de todo nada es perfecto. No se cumplió su vaticino de un descalabro en la economía peruana, no tanto por la actuación de un buen gobernante, sino por el modelo económico neoliberal impuesto desde fuera y que se mantuvo a rajatabla, incluso en el gobierno del otrora estatizador de la banca García Pérez. Y más bien, la pobre Bolivia sucumbió ante la prédica socializante de Evo Morales.
Estoy seguro, sin embargo, que como buen Camba, este buen empresario habrá estado del lado de los que quisieron dividir en dos a Bolivia.

Moquegua, febrero de 2011

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